Uno de los requisitos para orar es: quedarse quieto. Es necesario hacer un alto, detenerse.
Constantemente estamos rodeados de ruido. Es preciso cambiar de auriculares y de lentes con los que vemos hacia el exterior.
• Orar es mecerse en la presencia del Altisimo, y celebrar la maravilla de poder respirar, cantar, reír y llorar.
• Orar es alejarnos de toda palabrería y ponerle límites a nuestras preocupaciones… para sentarnos con Dios y disfrutar de su presencia!
• Orar es cerrar los ojos y descubrir todo un mundo interior. “Ese mundo invisible que es mil veces más real que este mundo que vemos.” (Card. Newman)
Dice Sor Isabel de la Trinidad: “Quedémonos en silencio para escuchar a Quien tiene tantas cosas que decirnos.”
“Cualquiera puede orar diez minutos escuchándose a sí mismo; pero es más allá donde comienza el verdadero silencio.” (P. Claudel)
Muchas veces no sabemos ¿cómo pasar el tiempo?
“Si el silencio nos pesa, es que estamos muy necesitados de él.” (Abbé Courtois)
La razón es porque este silencio no está vacío…
¡Está habitado por una presencia…. Que te espera!
Si perseveras en una humilde actitud de espera, Dios no se resistirá y… ¡se te hará presente!
Pero no esperes a que Dios se te aparezca en medio de una nube de incienso.
Claro que el podría hacerlo; pero ese no es su estilo. ¡Respeta tu libertad!
Dios habla más bien, como a través de una suave brisa con la que te regala su paz y su gozo.