En su definición de lo que es oración Santa Teresa de Jesús expone:
- Un trato de amistad: en realidad quien inicia la amistad con nosotros es Dios, por lo tanto nuestra oración es una respuesta a ese amor. Con frecuencia empleas tu tiempo de oración, divangando, repitiendo fórmulas o forzando vagos sentimientos. Te cuesta librarte de las distracciones. Incluso te excusas diciendo que no tienes suficiente tiempo.
- Muchas veces estando a solas: Orar es arrancarse la propia máscara… y sacar los propios trapitos al sol. Es lanzarse con la propia miseria en los brazos del Padre. ¡y permanecer en su presencia… con las manos vacías! Orar no será nunca entrar en una plácida anestesia, como para querer quedarte ahi y evadir tu vida real.
“Vengan a mí –dice Jesús- todos los que están cansados y fatigados bajo el peso de tantas cargas (envidia, fracasos, decepción, “depre”, miedo)
…y yo los aliviaré.. ¡y los haré descansar! Mt 11,28
Entiende que, sin ruido de palabras, te está enseñando este Maestro divino… en la contemplación.
- Con quien sabemos, nos ama: Piensa y entiende qué hablas y con quien hablas, ¡quienes somos los que nos atrevemos a hablar con el Señor!
Representa a ese mismo Señor junto a ti y mira con que amor y humildad te está enseñando. No andes sin tan buen amigo.
Y si oras, descubrirás, como el Hijo Pródigo, hasta qué punto te quiere tu Padre.
(Lc 15, 11-32)
¡Acostúmbrate, acostúmbrate! … ¡tú lo puedes hacer!
Que no te duela el tiempo que aquí bien se gasta… puedes acostumbrarte a ello.
Teresa nos anima: “No te pido que pienses en Él, ni que saques muchos conceptos, ni que hagas grandes y delicadas consideraciones con tu entendimiento; sólo te pido que le mires: mira que Él te mira…”
Si estás alegre, mírale Resucitado;
Aún solo imaginar que salió del sepulcro te alegrará…
Si estás con tareas o triste, mírale camino al huerto de los Olivos;
Dice Teresa:
“Mira las palabras que salen de aquella boca divina, ya que desde la primera entenderás el amor que te tiene, no es un pequeño bien o insignificante regalo del discípulo(a) ver que su maestro le ama.”
¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma!
Bien, no sólo le mires, sino anímate a hablar con Él, no con oraciones memorizadas ni compuestas, sino de las penas de tu corazón, que a Él le importan mucho. ¿Tan necesitado estás Señor mío y Bien mío, que quieres admitir una pobre compañía como la mía, y veo en tu semblante que te has consolado conmigo?
Dice Teresa:
Para ayudarte procura llevar contigo una imagen o retrato de este Señor que sea de tu gusto… para hablar muchas veces con Él; también te ayudará tener un texto del Evangelio para recoger el pensamiento.
Ella nos invita: Sigue a éste buen Maestro, muy decidido(a) a comprender lo que Él nos enseña y su Majestad (Dios) se encargará de que resultemos siendo buenos discípulos y discípulas. No nos dejará sino le dejamos.
“Mira las palabras que salen de aquella boca divina, ya que desde la primera entenderás el amor que te tiene, no es un pequeño bien o insignificante regalo del discípulo(a) ver que su maestro le ama.”
Dios no se desentiende de nosotros, considerándonos unos molestones, cuando oramos. Todo lo contrario, solo necesitamos tener fe. Fe en Dios y fe en nosotros mismos. Dios nos escucha, lo hace dándonos fuerza, fortaleza para seguir luchando; para que su Gracia sea también tarea nuestra.
Dios me hará justicia, responderá con lo mejor para mí, aunque yo no lo vea. Nuestra certeza es que Él hará justicia a sus elegidos, si claman a Él día y noche. ¡Que nunca falte el clamor de nuestra oración perseverante!