Bienvienidos

"Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán.
Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta se le abrirá" (Lc 11, 9-10)
Este es un espacio para que puedas poner las intenciones de
oración por las que quieres que oremos a lo largo de la semana.
Pero no solo eso... También es un espacio para que podamos
estar unidos en oración a lo largo de la semana y sigamos
orando por nuestra Iglesia.

lunes, 18 de octubre de 2010

TERESA DE JESUS, MAESTRA DE ORACION

En su definición de lo que es oración Santa Teresa de Jesús expone:
  • Un trato de amistad: en realidad quien inicia la amistad con nosotros es Dios, por lo tanto nuestra oración es una respuesta a ese amor. Con frecuencia empleas tu tiempo de oración, divangando, repitiendo fórmulas o forzando vagos sentimientos. Te cuesta librarte de las distracciones. Incluso te excusas diciendo que no tienes suficiente tiempo.



  • Muchas veces estando a solas: Orar es arrancarse la propia máscara… y sacar los propios trapitos al sol. Es lanzarse con la propia miseria en los brazos del Padre. ¡y permanecer en su presencia… con las manos vacías! Orar no será nunca entrar en una plácida anestesia, como para querer quedarte ahi y evadir tu vida real. 

“Vengan a mí –dice Jesús- todos los que están cansados y fatigados bajo el peso de tantas cargas (envidia, fracasos, decepción, “depre”, miedo)



…y yo los aliviaré.. ¡y los haré descansar! Mt 11,28



Entiende que, sin ruido de palabras, te está enseñando este Maestro divino… en la contemplación.

  • Con quien sabemos, nos ama: Piensa y entiende qué hablas y con quien hablas, ¡quienes somos los que nos atrevemos a hablar con el Señor!


Representa a ese mismo Señor junto a ti y mira con que amor y humildad te está enseñando. No andes sin tan buen amigo.


Y si oras, descubrirás, como el Hijo Pródigo, hasta qué punto te quiere tu Padre.
(Lc 15, 11-32)



¡Acostúmbrate, acostúmbrate! … ¡tú lo puedes hacer!

Que no te duela el tiempo que aquí bien se gasta… puedes acostumbrarte a ello.

Teresa nos anima: “No te pido que pienses en Él, ni que saques muchos conceptos, ni que hagas grandes y delicadas consideraciones con tu entendimiento; sólo te pido que le mires: mira que Él te mira…”


 


Si estás alegre, mírale Resucitado;
Aún solo imaginar que salió del sepulcro te alegrará…
Si estás con tareas o triste, mírale camino al huerto de los Olivos;

¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma!


Bien, no sólo le mires, sino anímate a hablar con Él, no con oraciones memorizadas ni compuestas, sino de las penas de tu corazón, que a Él le importan mucho. ¿Tan necesitado estás Señor mío y Bien mío, que quieres admitir una pobre compañía como la mía, y veo en tu semblante que te has consolado conmigo?

 Dice Teresa:

Para ayudarte procura llevar contigo una imagen o retrato de este Señor que sea de tu gusto… para hablar muchas veces con Él; también te ayudará tener un texto del Evangelio para recoger el pensamiento.

Ella nos invita:


Sigue a éste buen Maestro, muy decidido(a) a comprender lo que Él nos enseña y su Majestad (Dios) se encargará de que resultemos siendo buenos discípulos y discípulas. No nos dejará sino le dejamos.

Mira las palabras que salen de aquella boca divina, ya que desde la primera entenderás el amor que te tiene, no es un pequeño bien o insignificante regalo del discípulo(a) ver que su maestro le ama.”

Dios no se desentiende de nosotros, considerándonos unos molestones, cuando oramos. Todo lo contrario, solo necesitamos tener fe. Fe en Dios y fe en nosotros mismos. Dios nos escucha, lo hace dándonos fuerza, fortaleza para seguir luchando; para que su Gracia sea también tarea nuestra.

Dios me hará justicia, responderá con lo mejor para mí, aunque yo no lo vea. Nuestra certeza es que Él hará justicia a sus elegidos, si claman a Él día y noche. ¡Que nunca falte el clamor de nuestra oración perseverante!












domingo, 11 de julio de 2010

EL SILENCIO DE DIOS

Autor: P. Fernando Pascual LC

Fuente: Catholic.net
 
 
¿Hay oraciones no escuchadas?


¿Es posible que Jesús nos haya enseñado que si pedimos, conseguiremos, pero luego vemos que las cosas suceden de una manera muy distinta?

¿Hay oraciones no escuchadas?

Hemos rezado, hemos suplicado, hemos invocado la ayuda de Dios. Por un familiar, por un amigo, por la Iglesia, por el párroco, por los agonizantes, por la patria, por los enemigos, por los pobres, por el mundo entero.

También hemos pedido por las propias necesidades: para vencer un pecado que nos debilita, para limpiar el corazón de rencores profundos, para conseguir un empleo, para descubrir cuál sea la Voluntad de Dios en nuestra vida.

Escuchamos o leemos casos muy hermosos de oraciones acogidas por Dios. Un enfermo que se cura desde las súplicas de familiares y de amigos. Un pecador que se convierte antes de morir gracias a las oraciones de santa Teresa del Niño Jesús y de otras almas buenas. Una victoria “política” a favor de la vida después de superar dificultades que parecían graníticas.

 
Pero otras veces, miles, millones de personas, sienten que sus peticiones no fueron escuchadas. No consiguen que Dios detenga una ley inicua que permitirá el aborto de miles de hijos. No logran que se supere una fuerte crisis ni que encuentren trabajo tantas personas necesitadas. No llevan a un matrimonio en conflicto a superar sus continuos choques. No alcanzan la salud de un hijo muy querido que muere ante las lágrimas de sus padres, familiares y amigos.

En el Antiguo Testamento encontramos varios relatos de oraciones “no escuchadas”. Uno nos presenta al pueblo de Israel antes de una batalla con los filisteos. Tras una primera derrota militar, Israel no sabía qué hacer. Decidieron traer al campamento el Arca de la Alianza. Los filisteos temieron, pero optaron por trabar batalla, y derrotaron a los judíos. Incluso el Arca fue capturada (cf. 1Sam 4,1-11).

Otro relato es el que nos presenta cómo el rey David suplica y ayuna por la vida del niño que ha tenido tras su adulterio con Betsabé. El hijo, tras varios días de enfermedad, muere, como si Dios no hubiera atendido las oraciones del famoso rey de Israel (cf. 2Sam 12,15-23).

El Nuevo Testamento ofrece numerosos relatos de oraciones escuchadas. Cristo actúa con el dedo de Dios, y con sus curaciones y milagros atestigua la llegada del Mesías. Por eso, ante la pregunta de los enviados de Juan el Bautista que desean saber si es o no es el que tenía que llegar, Jesús responde: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” (Lc 7,22-23).

Pero también leemos cómo la oración en el Huerto de los Olivos, en la que el Hijo pide al Padre que le libre del cáliz, parecería no haber sido escuchada (cf. Lc 22,40-46). Jesús experimenta así, en su Humanidad santa, lo que significa desear y pedir algo y no “conseguirlo”.

Entonces, ¿hay oraciones que no son escuchadas? ¿Es posible que Jesús nos haya enseñado que si pedimos, conseguiremos (cf. Lc 11,1-13), pero luego vemos que las cosas suceden de una manera muy distinta?

En la carta de Santiago encontramos una pista de respuesta: “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (Sant 4,3). Esta respuesta, sin embargo, sirve para aquellas peticiones que nacen no de deseos buenos, sino de la avaricia, de la esclavitud de las pasiones. ¿Cómo puede escuchar Dios la oración de quien reza para ganar la lotería para vivir holgadamente y con todos sus caprichos satisfechos?

Pero hay muchos casos en los que pedimos cosas buenas. ¿Por qué una madre y un padre que rezan para que el hijo deje la droga no perciben ningún cambio aparente? ¿Por qué unos niños que rezan un día sí y otro también no logran que sus padres se reconcilien, y tienen que llorar amargamente porque un día se divorcian? ¿Por qué un político bueno y honesto reza por la paz para su patria y ve un día que la conquistan los ejércitos de un tirano opresor?

Las situaciones de “no escucha” ante peticiones buenas son muchísimas. El corazón puede sentir, entonces, una pena profunda, un desánimo intenso, ante el silencio aparente de un Dios que no defiende a los inocentes ni da el castigo adecuado a los culpables.

Hay momentos en los que preguntamos, como el salmista: “¿Se ha agotado para siempre su amor? / ¿Se acabó la Palabra para todas las edades? / ¿Se habrá olvidado Dios de ser clemente, / habrá cerrado de ira sus entrañas?” (Sal 77,9-11).

Sin embargo, el “silencio de Dios” que permite el avance aparente del mal en el mundo, ha sido ya superado por la gran respuesta de la Pascua. Si es verdad que Cristo pasó por la Cruz mientras su Padre guardaba silencio, también es verdad que por su obediencia Cristo fue escuchado y ha vencido a la muerte, al dolor, al mal, al pecado (cf. Heb 5,7-10).

Nos cuesta entrar en ese misterio de la oración “no escuchada”. Se trata de confiar hasta el heroísmo, cuando el dolor penetra en lo más hondo del alma porque vemos cómo el sufrimiento hiere nuestra vida o la vida de aquellos seres que más amamos.

En esas ocasiones necesitamos recordar que no hay lágrimas perdidas para el corazón del Padre que sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos. El momento del “silencio de Dios” se convierte, desde la gracia de Cristo, en el momento del sí del creyente que confía más allá de la prueba.

Entonces se produce un milagro quizá mayor que el de una curación muy deseada: el del alma que acepta la Voluntad del Padre y que repite, como Jesús, las palabras que decidieron la salvación del mundo: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).






jueves, 10 de junio de 2010

LA EXPERIENCIA DE ORACION

Tú no puedes programar una experiencia de oración pulsando unas teclas…



En una sociedad en la que todo lo queremos agarrar y manipular… necesitamos aprender a esperar para recibir. ¡Dios se da cuando quiere y como quiere!


Ninguna oración se pierde. Lo importante es que tú hayas abierto tu corazón.


Incluso si no has sentido nada y te has quedado seco y frío.


Dios es un mendigo de amor Tú lo eres todo para Él… y ¡El lo quiere ser todo para ti!


El viene con frecuencia a visitarte; pero casi nunca estás en casa.


El sol puede brillar en todo lo alto; pero si bajas la persiana, te privarás de su luz y su calor.


¡Qué felicidad si, al fin abres de par en par tu amor a Quien te ama sin medida!


“Eres precioso a mis ojos y yo te amo.” (Is 43)



  • "¿Está orando? ¿qué le dice?"
  • "Ah, ¡no le digo nada, señor cura! Yo le miro y Él me mira… Y, ¡somos felices los dos!”





Orar es decir como María: ¡Aquí me tienes!


Orar es la plenitud de la atención (S. Weil)


En un mundo donde todos andan contrareloj.. es preciso aprender a perder el tiempo ¡gratuitamente!

jueves, 6 de mayo de 2010

PORQUE DIOS PENSO EN UNA MADRE

María ha sido honrada y venerada por todos los pueblos, en todos los tiempos y de todas las maneras. Ella está presente en la liturgia de las Iglesias cristianas, en la espiritualidad de los santos y de los religiosos, en la devoción de una gran cantidad de la población.

Desde el inicio de la Iglesia, en el universo entero, las naciones y los santos la han glorificado, con una sorprendente variedad de oraciones y expresiones de su piedad filial, más que a ninguna otra criatura, tal como ella lo había profetizado :

"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada"

Contemplando a María se nos esponja el corazón al ver cómo Dios tiene con nosotros unos detalles de amor que nos dejan impresionados.  Ha querido fijarse en una mujer humilde para hacerse presente en el mundo.  No se ha querido perder la oportunidad de comprobar cómo es la ternura de una madre.  Por eso pensó en María desde toda la eternidad y la preparó con ternura.  María nos enseña que, cuando se tiene limpio el corazón y sin ataduras, Dios tiene cabida en el corazón humano. María tenía un corazón limpio porque era toda del Señor, porque sólo Dios llenaba su espíritu.




MARÍA TRABAJADORA

María, en la oración de hoy,
te pedimos por nuestro modo de trabajar.

Enséñanos lo que tú practicabas:
a poner cariño y cuidado en lo que hacemos.

Que en los años de estudio aprendamos a ser responsables.
Que pensemos siempre que trabajando servimos a la sociedad
y colaboramos con Dios para cuidar el mundo.

Que nos esforcemos por conseguir lo que está bien hecho.
Porque el servicio y el amor es lo que demuestra a los otros
que ellos nos importan.

¡Santa María, madre de Dios y madre nuestra,
que pongamos amor en nuestro trabajo!

 
MARÍA MADRE

María:
Hoy te queremos invocar con el nombre más bonito;
queremos llamarte MADRE.

Queremos pedirte que estés cerca de nosotros.
Que cuides nuestro crecimiento como cuidaste el de Jesús.

Queremos acordarnos de ti y sentirte cerca
en nuestros momentos difíciles;
y también, en los momentos fáciles y gozosos.

Ojalá sepamos quererte como te quería Jesús.
Ojalá sepamos imitarte en decirle sí a Dios.
Ojalá elijamos en todo momento lo que es bueno y sincero, como elegiste tú.

¡Santa María Madre de Jesús y Madre Nuestra,
ruega por nosotros!
 
 
MARIA AMABLE

Virgen María,
cuando lo pensamos, nos encanta la amabilidad.
Pero a la hora de la práctica
tenemos mucho peligro de ser envidiosos,
de ser enojones,
de decir palabras que ofenden,
y de pensar en nosotros mismos sin mirar hacia los demás.

Madre nuestra,
danos una voluntad fuerte para dominar la lengua.
Danos un corazón grande donde quepan todos los compañeros.
Danos unos ojos listos para mirar por aquellos que nos necesitan.

¡Madre amable, ruega por nosotros pecadores!



MARIA AGRADECIDA

María,
ayúdanos a darnos cuenta de las maravillas que
Dios va haciendo en nosotros:
la vida, la familia, la educación, los amigos...


Ayúdanos a admirarnos con sencillez de lo bueno de cada día
y a ser sencillamente agradecidos.
Que no nos gane el orgullo de ser más que los demás,
sino que sintamos el deber de poner lo que tenemos
al servicio de los demás.
Ojalá aprendamos que ‘amor con amor se paga’,
y hagamos de nuestra vida un acto de servicio a Dios y al prójimo.
¡Santa María, mujer agradecida, ruega por nosotros!

domingo, 4 de abril de 2010

Orar ¿para qué? para llegar a ser quien Dios ha soñado que seas.

46 Jornada Mundial de Oración por las vocaciones - Jueves 25 de Marzo del 2010

Dios sueña. Nuestro buen Dios, cuyo rostro hemos conocido en la persona de Jesús de Nazaret, es Dios-que-sueña. Esto lo sabemos porque podemos contemplar, en Jesús, al soñador apasionado por el Reino de Dios, y Jesús mismo nos dice: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14, 8-9). Así que nuestro Padre Dios sueña con pasión.


Y tú eres parte del sueño de Dios. Dios te ha soñado y has sido llamado a la vida para llegar a ser quien Él sueña que seas.


♦ Por eso, orar es entrar en su presencia, para estar con Él y en Él.


♦ Oramos tomando conciencia de que habitamos en su amor soñador que nos hace vibrar y nos contagia para que soñemos también como sueña Jesús.

♦ Oramos, porque hemos puesto nuestra confianza en el anhelo de Jesús.

♦ Oramos porque Jesús confía en nosotros y nos invita a ser parte de su anhelo de amor y justicia, de nueva humanidad en todas partes.


♦ Oramos porque Jesús nos llama y nos invita a estar con Él.


♦ Oramos para estar con Jesús y sintonizar con su corazón soñador.


♦ Oramos para indignarnos con lo que Jesús se indigna cuando exclama "Ay de vosotros..." contra quienes practican, en nombre de Dios, la hipocresía y el abuso (Mt 23, 14-36).


♦ Oramos para actuar con valentía y como actúa Jesús cuando se enfrenta en el templo a quienes buscan sólo su propio beneficio a costa de lucrarse con la fe de los demás (Jn 2, 13-22).


♦ Oramos para amar; con ese amor apasionado que siente Jesús hacia Dios. Ese amor que le hace soñar que sea Dios quien reine en la vida, aun por encima de sus gustos y deseos personales. Ese amor por el que puede exclamar primero "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú." (Mt 26,39) y después, en medio de la más honda angustia y dolor, poder seguir gritando ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?, esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46). Sólo por pasión es que Jesús pudo morir gritando: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46). El amor apasionado de Jesús le hace anhelar que Dios reine, lo mismo cuando hay serenidad y certezas que cuando hay dolor y confusión. Que Dios reine y sus deseos se cumplan en la historia, en todos y cada uno de los momentos más significativos de la vida humana... Desde el nacimiento hasta lo más misterioso de la muerte.



♦ Oramos para amar, con el amor apasionado de Jesús, a las personas, a la creación toda. En los gestos de Jesús descubrimos los gestos del Dios apasionado por la vida, por la libertad, por la justicia, por la fraternidad y por el amor hasta el límite. Jesús ama y pasa la vida haciendo el bien. Devuelve la vida a Lázaro (Jn 11, 1-44), al hijo de la viuda de Naím (Lc 7, 12ss); se desvive sirviendo y curando (Mc 6, 31ss), incluye en su vida a los marginados y rechazados (Lc 7, 36-40; 10,29-37; 15, 2) y consuela y anima sin cesar diciendo "no tengáis miedo" (Mt 10, 26).


Por eso también en Jesús tenemos el modelo para seguir en la vida: El modo de ser y relacionarse consigo mismo en libertad, de relacionarse con Dios en la plena confianza, de relacionarse con los demás en el amor fraterno y en la amistad generosa y el modo de relacionarse con la creación en la responsabilidad y la solidaridad.

viernes, 12 de febrero de 2010

PARA INICIAR A ORAR

Si lo que deseamos es iniciar a orar, el mejor consejo es… empezar a hacerlo.

Uno de los requisitos para orar es: quedarse quieto.  Es necesario hacer un alto, detenerse.

Constantemente estamos rodeados de ruido.  Es preciso cambiar de auriculares y de lentes con los que vemos hacia el exterior.


• Orar es mecerse en la presencia del Altisimo, y celebrar la maravilla de poder respirar, cantar, reír y llorar.

• Orar es alejarnos de toda palabrería y ponerle límites a nuestras preocupaciones… para sentarnos con Dios y disfrutar de su presencia!

• Orar es cerrar los ojos y descubrir todo un mundo interior. “Ese mundo invisible que es mil veces más real que este mundo que vemos.” (Card. Newman)

Dice Sor Isabel de la Trinidad: “Quedémonos en silencio para escuchar a Quien tiene tantas cosas que decirnos.”

“Cualquiera puede orar diez minutos escuchándose a sí mismo; pero es más allá donde comienza el verdadero silencio.” (P. Claudel)

Muchas veces no sabemos ¿cómo pasar el tiempo?

“Si el silencio nos pesa, es que estamos muy necesitados de él.” (Abbé Courtois)

La razón es porque este silencio no está vacío…
¡Está habitado por una presencia…. Que te espera!

Si perseveras en una humilde actitud de espera, Dios no se resistirá y… ¡se te hará presente!


Pero no esperes a que Dios se te aparezca en medio de una nube de incienso.
Claro que el podría hacerlo; pero ese no es su estilo. ¡Respeta tu libertad!

Dios habla más bien, como a través de una suave brisa con la que te regala su paz y su gozo.